5 marzo, 2024

Hemos comenzado la charlas y talleres de EduCONEC en 2024. Nuestro proyecto inicia así su quinto año dando la oportunidad a profesionales docentes y familias de profundizar en algunas de las de las temáticas relacionadas con el entorno educativo y familiar en la nueva era digital que más interesan.

Presentada por Vanessa de la Cruz, coordinadora de proyectos de Fad Juventud, Mercedes Muñoz-Rojas impartió un webinar completo y pedagógico sobre uno de los asuntos que más preocupan a las familias de niños, niñas y jóvenes en este momento.

Una visión completa y reflexiva sobre la cultura de la inmediatez y su impacto en la educación que desarrolló bajo el título: “Docentes y familias faster: Pensamiento crítico frente a los riesgos de la cultura de la inmediatez.”

Mercedes lleva más de veinticinco años dedicada a la formación y a la comunicación, es socia fundadora de Wanabí Formación, consultora especializada en pensamiento crítico y alfabetización.

Centrándonos en la charla, Muñoz-Rojas comenzó dando pautas para comprender a qué nos referimos cuando hablamos de pensamiento crítico, que es el arma fundamental para sacudirnos las incómodas consecuencias de la cultura de la inmediatez.

Últimamente se habla muchísimo el pensamiento crítico, y es porque realmente lo hemos dejado utilizar. A partir de esta premisa, plantea una reflexión: ¿estamos dejando de pensar?

Las principales características del pensamiento crítico se sustentan en una que es la más importante, la atención; ser capaces no solo de ver, sino de mirar, no sólo de oír, sino de escuchar.

Hay que activar los sentidos para poder analizar lo que sucede a nuestro alrededor. Con esta activación podremos diferenciar lo verdadero de lo falso, lo urgente de lo importante.

En ese sentido, el pensamiento crítico nos va a permitir ser capaces de rectificar, de analizar dónde nos hemos equivocado y qué tenemos que hacer para corregir nuestros errores.

Una vez centrada la mirada, Mercedes explicó en qué consiste la cultura de la inmediatez. Una forma de vida que viene directamente derivada de la sociedad tecnológica en la que estamos. Puede ponerse como punto de partida el año 2008, que es cuando sale al mercado el primer smartphone y con él la tecnología entra en los bolsillos, disponible a todas horas.

No hay que perder de vista que la tecnología es algo que está ahí para facilitarnos la vida, para aligerar las tareas más tediosas con el fin teórico de que tengamos más tiempo para dedicarlo a cosas que nos gusten.

Y lo que ha sucedido es que hemos interiorizado la velocidad a la que la tecnología nos permite hacer cosas que antes nos llevaban mucho más tiempo, y procuramos vivir en todo al ritmo que nos marca la tecnología. Nos hemos metido en una hiperactividad, en una hiperproductividad en la que tengo que estar siempre conectado, siempre disponible. Y esta situación de urgencia constante puede llegar a generar una especie de estrés y ansiedad.

Como segunda derivada, al atender los requerimientos de la urgencia y el ritmo tecnológico, dedicamos menos atención y concentración en las cosas importantes, y perdemos esas capacidades de atención y concentración y vamos perdiendo la capacidad de concentrarnos en tareas que resultan más complejas.  

En este ritmo nos hacemos incapaces de esperar, tenemos desentrenada la paciencia, cuando hay que enfrentarse a proyectos a largo o medio plazo, terminamos por abandonarlos. ¿Por qué? Porque queremos adelgazar rápido, queremos ganar dinero rápido, queremos tener el mejor trabajo del mundo rápido y queremos tener todo rápido porque es a lo que nos ha acostumbrado a la tecnología.

Al perder la capacidad de esperar, se pierde también la tolerancia a la frustración.

Muñoz Rojas piensa que tenemos que salir de lo que ella llama el ruido mental. Propone frenar un poco este ritmo que impone la tecnología, porque nuestro cerebro no funciona al ritmo del procesador más rápido del mercado. Propone tomar tiempo para la reflexión.

No se puede pensar con ruido, ni con la cabeza en varias cosas a la vez, ni con exceso de información, porque en este caldo de cultivo, acabamos primando la emoción sobre la reflexión.

Otra derivada de la tecnología es la supresión de interacciones humanas directas. La posibilidad de hablar, de dialogar con otra persona en directo. Algo que ayuda también a ordenar las ideas propias.

Éste diagnóstico de situación también explica la polarización social, que está unida a la falta de reflexión, de interiorizar y fundamentar las propias opiniones.

La juventud y su mundo dual:

Mercedes Muñoz tomó aquí un tiempo para argumentar sus propuestas, a partir de la idea de que las chicas y chicos menores viven constantemente en un mundo dual. Un mundo con una vida analógica, y con otra que corre en paralelo, la vida virtual.

Nos invitó a pensar en que, en esa vida virtual, la carta de presentación es la imagen, es una vida en la que las fotografías, la imagen pura y dura tiene muchísimo peso. En la vida fuera de las redes se entiende que el atractivo y la capacidad de relación de las personas va mucho más allá de la imagen, sin embargo, en el mundo virtual se vive a golpe de fotos.

Y el peligro, según Mercedes Muñoz explica, es que se sobredimensiona la importancia del aspecto físico.

Y nos encontramos con un problema aumentado de complejos y falta de autoestima en la juventud. Ante esta situación conviene parase y ayudarles a poner el pie en tierra y a definir qué es importante en cuanto a atractivo personal, qué nos hace mejores o peores personas realmente.

Otra de las piezas del puzle es el consumismo. Y aquí Mercedes Muños se refiere al consumismo en un sentido amplio. A esta obsesión que tenemos de consumir información, de consumir contenidos audiovisuales, de consumir cosas, de consumir experiencias, de estar constantemente con esa necesidad que nos viene dada por la inmediatez.

Buscando las novedades y el cambio se pierde la capacidad de asombro, la capacidad de desear algo que seguramente nunca se va a tener, eso, se está dejando pasar porque no le damos tiempo. Tiempo para reflexionar sobre las cosas que consumimos, y eso les resta valor para crecer.

¿Y qué nos propone ante esta situación? La respuesta se puede resumir en una palabra: aburrirse.

Si no nos aburrimos nuestro cerebro no encuentra un momento para la creatividad, no encuentra el momento de pensar, no encuentra el momento de reflexionar. Y en este momento los y las jóvenes no tienen hueco para esto porque si en un momento dado parece que se van a aburrir, cogen el móvil y se entretienen.

La felicidad, el objetivo.

La clave del pensamiento sobre la felicidad de Muñoz -Rojas es que ésta es una consecuencia de una forma de vida y no es un producto.

La felicidad, según Mercedes, te la da tener un proyecto de vida, amistades que arropen, una familia en la que sentir seguridad…

Sin embargo, nos venden que la felicidad es bienestar; es tener el último modelo de móvil o tener la mejor lavadora del mundo. Lo que sucede es que no tener que lavar a mano da bienestar, pero no da felicidad.

Es fundamental, por lo tanto, con esta idea en la cabeza, educar en la infancia y adolescencia a ser conscientes de las limitaciones y de las aptitudes. Ese es el camino para construir la autoestima sobre pilares firmes.  Y para ello hace falta paciencia, tiempo y reflexión.

Hay que educar también a disfrutar del tiempo en soledad, un tiempo que no debería estar unido a un sentimiento de soledad. Si se conocen y se aceptan, estando consigo mismos o consigo mismas no sentirán ese sentimiento de soledad que en este tiempo asola a gran cantidad de chicos y chicas.

Por eso también es importante enseñar a reflexionar: reflexiones de larga duración y también las pequeñas reflexiones previas a las acciones importantes. Y ayudar a conocer que el éxito es un camino de fracasos. Apoyar en el fracaso es importante, mucho más que ayudarles a no fracasar.

Si no hay silencio, si no hay pausa, si no hay reflexión y si no hay curiosidad, no hay conocimiento.

La gran columna que sostiene el pensamiento crítico: El diálogo.

En la última parte de su charla, Mercedes Muñoz Rojas se ha centrado en el diálogo como vehículo idóneo para ir generando esa personalidad que busque la felicidad en donde realmente se encuentra. Diálogos sobre criterios personales, sobre las cosas que les despiertan curiosidad, sobre cuáles son sus prioridades y cuáles deberían ser. Invitarles, a través de ese diálogo a permitirse tiempo de reflexión y aburrimiento, a dejar que el tiempo pase, en silencio, en soledad.

Y para terminar apuntó la importancia de la escucha dentro del diálogo, porque el diálogo es hablar y escuchar, y el mejor modo de educar en la escucha es escuchando.

Puedes seguir aquí toda la ponencia, merece la pena escucharla con esa atención reflexiva a la que hace referencia Mercedes durante toda la charla.

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